LA IGUALDAD SALARIAL

Raúl Castro, heredero del poder en Cuba, anunció el "fin del igualitarismo salarial", una de las enseñanzas de la revolución y dogma del comunismo. Ha dicho que concluye el paternalismo que inspiró la política de pagarle a todos los trabajadores igual, sin considerar su rendimiento. Ahora se propone el gobernante establecer un sistema de remuneraciones vinculado con la productividad, o sea, aplicar lo que el liberalismo propugna: premiar los méritos y capacidades, alentar los intereses de cada individuo y propiciar la productividad. Por lo visto, en esta y en otras materias, Raúl empieza a revelarse como discípulo de Friedman: sus políticas son las de la escuela de Chicago. Esta es una mala noticia para nuestros dogmáticos criollos, empeñados a estas alturas en establecer sistemas económicos que hasta en Cuba han caducado. Mientras en Cuba, el Régimen toma medidas para revertir la economía basada en las ficciones socialistas, y acabar con su artificioso sistema de igualdad en la pobreza, en Ecuador inauguran el régimen "igualitario", expanden la propiedad estatal, declaman nivelaciones salariales e imaginan los asambleístas una Constitución absolutamente irreal, que solo podrá sostenerse con propaganda, caridad política, subsidios con fines electorales, distorsión económica y, quién sabe si pronto muchos policías sofocando disidencias, persiguiendo descontentos y enjuiciando a diestra y siniestra a todo el que no aplauda.