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GASTO CORRIENTE E INVERSION SOCIAL

Por: Tema(s): En: Expreso 1 ago. 2002, p. 4Resumen: Cuando las angustias presupuestarias y las exigencias de los organismos de crédito condicionan los préstamos externos a la necesidad de reducir el Presupuesto y de financiarlo adecuadamente, los gobernantes actuales afirman, con énfasis categórico, que se procederá a reducir el gasto corriente y que, de ninguna manera, se afectará al gasto social. Pero muy pocas veces se puede creer en esa palabra oficial, pues lo que se hace es, precisamente, lo contrario. El incremento de sueldos, según se ha demostrado con varias cifras y documentos, alcanzaría a seiscientos millones de dólares anuales, lo que significa un incremento despilfarrador del gasto corriente, mientras, según se desprende, así mismo de documentos y cifras, la inversión social ha disminuido sensiblemente a extremos tales que determinados programas de carácter social, apenas han recibido cantidades minúsculas que más bien parecen un sarcasmo. Se viene hablando de disciplina fiscal, de reducción del tamaño de una burocracia adiposa y ya con signos evidentes de obesidad y lo que se hace es engordarla más, ya con el aumento de personal, ya con el incremento de sueldos y otros emolumentos. Allí deben estribar las objeciones del FMI para suscribir los acuerdos pendientes y los desembolsos de más de doscientos millones destinados a la financiación de un presupuesto inflado, cuya falta de equilibrio obedece al dispendio, a los compromisos ni siquiera políticos, sino a los amiguismos, a servir, con el dinero público, al entorno de los palaciegos, a sus agnados y cognados.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO Expreso. 1 ago. 2002, p. 4 Disponible

Cuando las angustias presupuestarias y las exigencias de los organismos de crédito condicionan los préstamos externos a la necesidad de reducir el Presupuesto y de financiarlo adecuadamente, los gobernantes actuales afirman, con énfasis categórico, que se procederá a reducir el gasto corriente y que, de ninguna manera, se afectará al gasto social. Pero muy pocas veces se puede creer en esa palabra oficial, pues lo que se hace es, precisamente, lo contrario. El incremento de sueldos, según se ha demostrado con varias cifras y documentos, alcanzaría a seiscientos millones de dólares anuales, lo que significa un incremento despilfarrador del gasto corriente, mientras, según se desprende, así mismo de documentos y cifras, la inversión social ha disminuido sensiblemente a extremos tales que determinados programas de carácter social, apenas han recibido cantidades minúsculas que más bien parecen un sarcasmo. Se viene hablando de disciplina fiscal, de reducción del tamaño de una burocracia adiposa y ya con signos evidentes de obesidad y lo que se hace es engordarla más, ya con el aumento de personal, ya con el incremento de sueldos y otros emolumentos. Allí deben estribar las objeciones del FMI para suscribir los acuerdos pendientes y los desembolsos de más de doscientos millones destinados a la financiación de un presupuesto inflado, cuya falta de equilibrio obedece al dispendio, a los compromisos ni siquiera políticos, sino a los amiguismos, a servir, con el dinero público, al entorno de los palaciegos, a sus agnados y cognados.

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