EL VALOR DE LO BIEN HECHO

Chile es un caso paradigmático. La reciente firma del tratado de libre comercio con EEUU., en el último de una serie de acuerdos comerciales que se han suscrito con las principales potencias del orbe, corrobora la percepción de que la solidez, independencia y acierto de las políticas del país austral marcan una diferencia clara respecto del conjunto de América Latina. El presidente Lagos sabe que más allá del incremento proyectado de 1 400 millones en exportaciones a una economía que representa el 22 por ciento del PIB mundial, del crecimiento económico que esto generará a través del mayor conocimiento e inversión, de haber heredado una estrategia económica nacional iniciada por el gobierno militar, esta se ha perfeccionado en democracia por las oportunidades que le han significado al país como eje de desarrollo y movilizador nacional. Es el contexto de competencia externa el que ha apurado una serie de reformas importantes que van desde la Educación (con una revisión curricular y de la estructura horaria), pasando por la Justicia (con los juicios penales orales), hasta arribar a la Salud. La fuerza institucional es el mayor valor que pueden desarrollar los Estados. Por más que las coyunturas apunten a tomar decisiones que les regalen una ventaja mezquina, o que el proceso de reformas que procuran perfeccionar la institucionalidad pueda parecer imposible de ejecutar por las presiones de los grupos de interés, a la postre, el valor de las políticas bien ejecutadas, de la altura y las proyecciones inmersas en ellas, siempre son la mejor opción. Al menos así lo entienden los chilenos.