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LA TRITURADORA

Por: Tema(s): En: El Comercio 22 feb. 2002, p. A. 4Resumen: Desde hace algunos años las historias se repiten y cada vez con mayor frecuencia. El caso ecuatoriano del 99, el derrumbe argentino de estos días, las dificultades venezolanas, en fin todos tienen como denominador común la fuga precipitada de capitales que lleva al colapso de todo el sistema económico, con una contaminación profunda de los sistemas financieros, secuelas en la confianza y credibilidad internas y pérdidas patrimoniales monstruosas. Conforme se contamina más el ambiente y se agudiza la sensación de riesgo, el drenaje de dinero es cada día más voluminoso. Caen los depósitos que tiene el sistema financiero, los intereses se van al cielo, el Gobierno no sabe qué hacer, se estrangula el país. La trituradora funciona demencialmente. Hace daños irreparables a la comunidad y no hay forma de detenerla cuando a alcanzado una etapa de acción que lleva a la caotización de las decisiones personales, corporativas y públicas. Así funcionan las crisis actuales. La amenaza descansa en este tan simple y a la vez complejo concepto que es la confianza. Cuando se la pierde se convierte en un monstruo de mil tenazas, pero mientras subsiste trae consigo bienestar, o por lo menos promete. Pues bien, hasta ahora no hay una solución. Mientras tanto, lo único aconsejado es ser más precavido que de costumbre. Ser y parecer un país que cuida con celo sus relaciones internas y externas para que la confianza se mantenga y los influjos de capital sean favorables.
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Desde hace algunos años las historias se repiten y cada vez con mayor frecuencia. El caso ecuatoriano del 99, el derrumbe argentino de estos días, las dificultades venezolanas, en fin todos tienen como denominador común la fuga precipitada de capitales que lleva al colapso de todo el sistema económico, con una contaminación profunda de los sistemas financieros, secuelas en la confianza y credibilidad internas y pérdidas patrimoniales monstruosas. Conforme se contamina más el ambiente y se agudiza la sensación de riesgo, el drenaje de dinero es cada día más voluminoso. Caen los depósitos que tiene el sistema financiero, los intereses se van al cielo, el Gobierno no sabe qué hacer, se estrangula el país. La trituradora funciona demencialmente. Hace daños irreparables a la comunidad y no hay forma de detenerla cuando a alcanzado una etapa de acción que lleva a la caotización de las decisiones personales, corporativas y públicas. Así funcionan las crisis actuales. La amenaza descansa en este tan simple y a la vez complejo concepto que es la confianza. Cuando se la pierde se convierte en un monstruo de mil tenazas, pero mientras subsiste trae consigo bienestar, o por lo menos promete. Pues bien, hasta ahora no hay una solución. Mientras tanto, lo único aconsejado es ser más precavido que de costumbre. Ser y parecer un país que cuida con celo sus relaciones internas y externas para que la confianza se mantenga y los influjos de capital sean favorables.

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