DESAFIO

La reforma tributaria no ha sido tan sincera, los argumentos del Gobierno no han sido convincentes, ni suficientes. El insistir que se aumenten los impuestos porque el Gobierno necesita gastar más, un 37 por ciento sobre el año 2000, con un presupuesto dolarizado, luego que se renegoció y se disminuyó sustancialmente el monto de la deuda externa, es una exigencia difícil de aceptar y conceder, cuando la mayoría de la población ecuatoriana se debate entre la pobreza y la miseria, y cientos de miles de ecuatorianos exponen sus vidas diariamente, emigrando en condiciones humillantes, por la falta de trabajo e ingresos suficientes para subsistir. El presidente Noboa, cuando ratificó la dolarización, debió haber estado convencido y consciente de todas las implicaciones de su decisión. Entre ellas, la necesidad urgente que tenía de sanear las finanzas públicas, de recaudar y gastar mejor, priorizando necesidades, disminuyendo el gasto público y el tamaño del Estado, deshaciéndose de entidades, empresas y organismos estatales ineficientes, permanentemente deficitarios. No debió asumir equivocadamente, que podría evitar introducir reformas drásticas en el nivel de gasto, y continuar aumentando impuestos. Obviamente, este se convierte en su mayor desafío.