LA ECONOMIA BASADA EN LAS PRUEBAS

Hay un movimiento en la medicina en pro de que las solicitudes de autorizaciones para la venta de un nuevo medicamento deban "basarse en las pruebas". En cambio, los economistas profesionales consideran que su disciplina ya ha logrado ese nivel científico. Al fin y al cabo, expresan sus ideas con las matemáticas y hacen cálculos cuantitativos de las relaciones implícitas a partir de datos empíricos. Pero la economía no se basa en pruebas al seleccionar sus paradigmas teóricos. Con frecuencia se adoptan iniciativas en materia de política económica sin haber hecho previamente todos los ensayos empíricos que se podrían haber hecho. Un ejemplo tristemente famoso es la formulación de políticas macroeconómicas de la posguerra por parte de los keynesianos radicales. Los radicales se basaban en la teoría, no demostrada, de Keynes de que el desempleo dependía de la "demanda efectiva" en relación con el "salario monetario", pero su política pasó por alto el papel desempeñado por los salarios y procuró estabilizar la demanda en un nivel suficientemente alto para garantizar el "pleno" empleo. Como los radicales, los neokeynesianos no replicaron a sus impugnadores con pruebas empíricas. La eficacia de la alta demanda era una cuestión de fe. Y, sin embargo, los acontecimientos del decenio de 1970 sometieron dicha fe a una prueba cruel. Cuando las sacudidas en la oferta afectaron a la economía de Estados Unidos, la respuesta de los neokeynesianos fue aumentar la demanda con la idea de que reactivaría el empleo. Hubo poca recuperación... sólo una aceleración de la inflación. La época actual presenta un paralelismo. Pero los partidarios de la economía de la oferta se apresuraron a sacar la temeraria conclusión de que una reducción permanente de los tipos impositivos aplicados al trabajo fomentaría un aumento del trabajo permanente... sin disminución de la eficacia.