EL VERDADERO ROSTRO DEL FMI

Desde 1989, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido gendarme de una de las más insolidarias y crueles visiones capitalistas de la historia. Es valedor y celoso guardián de reformas tributarias; cabildero de tejemanejes de cambios monetarios; promotor de políticas comerciales teóricamente liberales que son patente de corso para los países ricos en el mercado internacional; gurú de la privatización de empresas y patrimonio públicos; muñidor de profundas desregulaciones; y garante de la propiedad privada, que casualmente siempre es la de los muy poderosos que son los menos. En Argentina, el FMI ha exigido, sin que le temblara el pulso, medidas que arruinan al país. Medidas que enviarán al paro a más de 300.000 empleados públicos o aprobar una nueva ley de Quiebras que permitirá a capitales extranjeros apoderarse de más patrimonio argentino. Pero todavía es más alucinante la exigencia del FMI de anular la Ley argentina contra la Subversión Económica que castigaba a los que han mangoneado y se han lucrado con materias o servicios de primera necesidad, han alterado el normal desarrollo económico con ánimo de lucro personal o han evadido capitales. A partir de ahora, los muñidores de la economía nacional, ladrones de guante blanco, tramposos y acaparadores gozan de la protección del FMI. Habrá que concluir que el papel del FMI en Argentina ha sido nefasto.