GASOLINAZO

El susto de Evo Morales en los últimos días del año dejó ver cosas desconocidas de los países que caminan en la senda del socialismo del siglo XXI y, sobre todo, reveló las costuras internas de los liderazgos carismáticos. Como ha sucedido en muchas ocasiones en todo el continente, la elevación del precio de los combustibles tuvo resultados explosivos. La gente salió a las calles a hacer lo que siempre había hecho bajo anteriores gobiernos pero nunca bajo el actual. No sirvió de mucho el alza salarial anunciada ni el incremento de uno de los bonos directos que se entregan a las familias más pobres. Las protestas tomaron fuerza y la popularidad del Presidente cayó a los niveles más bajos de sus cinco años de gobierno. De inmediato dio marcha atrás y el alza de combustibles quedó sin efecto (aunque eso no fue garantía para que los precios del resto de bienes y servicios volvieran a los niveles anteriores). La primera constatación es que, cuando hay que enfrentar problemas espinudos, los gobiernos de este tipo se parecen demasiado a los de la larga y oscura noche neoliberal. La segunda constatación es que la economía aparece como una amenaza para esos fuertes liderazgos.