LA ARGENTINA Y EL FMI

Un país que, como la Argentina, necesita volver a ser confiable en el mundo y reinsertarse en el mercado de crédito internacional debe exhibir, ante todo, permanente voluntad por honrar sus compromisos y seriedad en las negociaciones con sus acreedores. La decisión del Gobierno argentino de seguir pagando los compromisos contraídos con los organismos financieros internacionales hasta fines de año, más allá de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya diferido la revisión de las metas de nuestro país, es una determinación acertada. Al mismo tiempo, resulta positiva la idea de continuar avanzando en el proceso de la presentación de la oferta por la deuda en "default" con los acreedores privados. De esta manera, al plantear que no necesita del FMI para avanzar en un acuerdo con los tenedores de títulos de deuda en default, el Gobierno argentino no hizo más que acomodarse a una situación preexistente, dada por la determinación del Fondo de postergar sin fecha la tercera revisión del acuerdo y de considerarse eximido de reembolsar pagos por unos 728 millones de dólares que la Argentina le había hecho. Por cierto, la jugada del Ministerio de Economía de separarse del FMI les quita a los acreedores privados cierto poder de negociación. Al margen de ese mensaje, es imprescindible que el Gobierno argentino redoble sus esfuerzos por acelerar al máximo un entendimiento con los acreedores privados. El futuro crecimiento de la economía dependerá de las inversiones en el país, y éstas, a su vez, de la recreación de la confianza. Y para esto es necesario salir de la cesación de pagos. El distanciamiento respecto del Fondo, aun cuando solo sea temporario, como lo han dado a entender las autoridades argentinas -que prudentemente rechazaron cualquier hipótesis de ruptura-, tampoco puede hacernos perder de vista la necesidad de que el país produzca algunas reformas estructurales impostergables.