La autonomía sin solvencia económica no se llama autonomía El Telégrafo
Detalles de publicación: Guayaquil El Telégrafo 2016Descripción: p. 12Tema(s): Recursos en línea: En: El Telégrafo N° 47.794 (9 mar. 2016)Resumen: El debate público requiere cada día de mejores argumentos para generar una reflexión sensata y madura. En el pasado a las “entidades autónomas” se les otorgaba recursos públicos -aunque sus tareas fuesen administradas por privados- por una razón de fondo (justificable en ese momento): no existía Estado y lo público era un concepto hueco. Por tanto, el debate debe girar sobre las responsabilidades sociales, públicas y privadas en un nuevo contexto político y constitucional. Quizá la ausencia de una discusión más rica en conceptos y decisiones institucionales nos lleve ahora a polemizar sobre si esas entidades autónomas requieren de recursos públicos, asignaciones y hasta fondos definidos. A nadie le quepa la menor duda de que cuando se habla de autonomía se expresa un concepto y una realidad. ¿De qué hablamos? De la capacidad de esa entidad para desarrollar sus actividades y objetivos con la solvencia económica e institucional requerida. Si no lo puede hacer no puede llamarse de ese modo. En ese sentido hay que debatir.El debate público requiere cada día de mejores argumentos para generar una reflexión sensata y madura. En el pasado a las “entidades autónomas” se les otorgaba recursos públicos -aunque sus tareas fuesen administradas por privados- por una razón de fondo (justificable en ese momento): no existía Estado y lo público era un concepto hueco. Por tanto, el debate debe girar sobre las responsabilidades sociales, públicas y privadas en un nuevo contexto político y constitucional. Quizá la ausencia de una discusión más rica en conceptos y decisiones institucionales nos lleve ahora a polemizar sobre si esas entidades autónomas requieren de recursos públicos, asignaciones y hasta fondos definidos. A nadie le quepa la menor duda de que cuando se habla de autonomía se expresa un concepto y una realidad. ¿De qué hablamos? De la capacidad de esa entidad para desarrollar sus actividades y objetivos con la solvencia económica e institucional requerida. Si no lo puede hacer no puede llamarse de ese modo. En ese sentido hay que debatir.
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