LA HORA NEGRA DE PETROECUADOR

Con pocas probabilidades de errar, se puede afirmar que PETROECUADOR es el mayor pecado institucional y político del Estado y la sociedad ecuatorianos. En este contexto, es el testimonio más dramático de todo lo que no debe hacer un país que fue dotado de un recurso natural tan generoso y de prolongada producción. Es probable que se alegue que su estructura obedezca a los lineamientos ideológicos y políticos del gobierno nacionalista y revolucionario de 1972; pero admitirlo sería aceptar que este país tiene indelebles pero poderosas ataduras a un pasado que hoy carece de significación y es altamente contraproducente. Al mismo tiempo que esa entidad estatal sufre este desfase histórico, que afecta seriamente a las posibilidades del desarrollo nacional, la última crisis administrativa demostró que su estructura financiera es tan débil que su capital operativo se reparte entre la importación de derivados en un país que no refina adecuadamente su propio crudo; un pago marginal causando una peligrosa mora en el pago de los servicios que contrata y el mantenimiento de una poderosa burocracia desproporcionada a su rendimiento productivo. Es muy difícil que el Gobierno, aunque dispone de una amplia facultad reglamentaria para dejar una huella histórica y redefinir radicalmente los rumbos de esa institución acepte el desafío. Por eso, en la agenda que agrega EL COMERCIO para consideración del próximo Gobierno, hoy anota el destino institucional de Petroecuador y el de la refinería de Esmeraldas.