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SALARIO MINIMO = DIALOGO SOCIAL

Por: Tema(s): En: Hoy 12 ene. 2006, p. A. 5Resumen: Las discusiones sobre el salario mínimo en el país se parecen a una película mexicana que un canal de TV repite peregrinamente de tanto en tanto. Se conoce cada detalle de la película con una precisión tal que se la puede repetir de memoria: unos actores piden que suban los mínimos porque es justo y la vida está cara. Ese argumento bastaría para justificar un incremento que, en términos porcentuales, claramente supera al que cualquier otro asalariado podría aspirar. Los otros actores se oponen al alza de este instrumento justificando un aumento de costos de producción excesivo que entorpecería su capacidad de competir. Incluso, creen que el salario mínimo debiera desaparecer porque la flexibilidad que requiere la competencia internacional lleva implícita, según ellos, quitar todo tipo de ataduras. La discusión debe idealmente sustentarse sobre la base de tres preguntas clave: para qué sirve, quiénes se benefician y qué equilibrios tienen que defenderse. En este sentido, un reciente informe sobre salarios mínimos de la OIT es bastante esclarecedor: el 90 por ciento de los países en el mundo cuentan con este instrumento, siendo el 10 por ciento restante el grupo de las economías más cerradas y no el de las más flexibles. El informe agrega que la mayoría de países tiene mecanismos tripartitos (gobiernos, trabajadores y empleadores) que establecen el marco de regulación. En donde estos actores dialogan más, los acuerdos sobre el salario mínimo son exitosos. El salario mínimo tiene, en esencia, una doble función: precautela un salario digno para los trabajadores y es una señal que permite guiar los ajustes sobre la escala salarial.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO Hoy. 12 ene. 2006, p. A. 5 Disponible

Las discusiones sobre el salario mínimo en el país se parecen a una película mexicana que un canal de TV repite peregrinamente de tanto en tanto. Se conoce cada detalle de la película con una precisión tal que se la puede repetir de memoria: unos actores piden que suban los mínimos porque es justo y la vida está cara. Ese argumento bastaría para justificar un incremento que, en términos porcentuales, claramente supera al que cualquier otro asalariado podría aspirar. Los otros actores se oponen al alza de este instrumento justificando un aumento de costos de producción excesivo que entorpecería su capacidad de competir. Incluso, creen que el salario mínimo debiera desaparecer porque la flexibilidad que requiere la competencia internacional lleva implícita, según ellos, quitar todo tipo de ataduras. La discusión debe idealmente sustentarse sobre la base de tres preguntas clave: para qué sirve, quiénes se benefician y qué equilibrios tienen que defenderse. En este sentido, un reciente informe sobre salarios mínimos de la OIT es bastante esclarecedor: el 90 por ciento de los países en el mundo cuentan con este instrumento, siendo el 10 por ciento restante el grupo de las economías más cerradas y no el de las más flexibles. El informe agrega que la mayoría de países tiene mecanismos tripartitos (gobiernos, trabajadores y empleadores) que establecen el marco de regulación. En donde estos actores dialogan más, los acuerdos sobre el salario mínimo son exitosos. El salario mínimo tiene, en esencia, una doble función: precautela un salario digno para los trabajadores y es una señal que permite guiar los ajustes sobre la escala salarial.

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