FABRICANTES DE POBREZA

Los poco profundos debates sobre la pobreza la asocian siempre a la existencia de niños desnutridos y sin acceso a la educación, capas de la población que viven con US 1 o US 2 al día, personas sin acceso a educación y salud, desempleados y subocupados. No obstante, la superación de la pobreza exige identificar los rostros que la originan por satisfacer sus intereses particulares. La devolución de los fondos de reserva fue aupada por diversos sectores para redimir a los pobres. Paradójicamente, el consumo de estos recursos aumentó la inflación, por tanto, los pobres serán más pobres al adquirir menos con sus bajos ingresos. Aquellos hubiesen estado mejor si esos ahorros se invertían en actividades productivas para crear empleos. Las expectativas, alentadas por el propio Gobierno, de encontrar en el maná petrolero la mágica solución a la pobreza, han desatado una incontenible demanda de recursos, fiel estigma de una sociedad rentista. Según fuentes oficiales, los pedidos superan US 600 millones. Al no contar con ingresos permanentes, los gastos incrementales vuelven frágiles e insostenibles las finanzas públicas. Como consecuencia, se alejarán las inversiones y habrá más pobres. El Congreso, indiscutido adalid de los embates de la pobreza, reitera al tratar el Presupuesto las inveteradas prácticas que contribuyeron a la crisis de 1999 y que son causa de los atrasos nacionales. La repartición y consumo de activos e ingresos petroleros, inciertos unos e inexistentes otros, como los ingresos por venta de derivados que no fluirán en 2006, solo reflejan la burda insensatez del clientelismo político. Los liderazgos y élites políticas, económicas y sociales, al sustentar su vigencia en la demanda permanente de recursos públicos, se han constituido en fabricantes de pobreza. Mientras no superen la limitación de concebir, que la acción de demandar del Estado debe ser financiada por el conjunto de la sociedad, el progreso colectivo y desarrollo humano serán una entelequia.