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LABERINTO

Por: Tema(s): En: Hoy 28 mayo 2002, p. A.4Resumen: Han pasado ya casi cuatro años, desde agosto de 1998, que se entregó al Congreso el proyecto de ley del Seguro Social y el nuevo sistema no ha empezado a funcionar todavía. Seguimos, pues, con la misma angustia de antes, o, si se quiere, peor aún, porque a todo lo anterior se ha agregado un nuevo e increíble conflicto jurídico. Más gráficamente todavía: un laberinto jurídico, del cual no se vislumbran salidas. No quisiera culpar a nadie en particular de lo que está ocurriendo. Es que sospecho que se trata de algo aún más grave: parece que los ecuatorianos somos realmente incapaces de encontrar soluciones de consenso frente a los más acuciantes problemas del país. El caso de la seguridad social es clamoroso por todas las implicaciones que tiene, pero no es el único. Lo más curioso, por cierto, es que luego reclamamos, nos rasgamos las vestiduras, acusando a los demás de no haber podido resolver el problema. Este es, a no dudarlo, uno de los rasgos más lamentables de la idiosincrasia nacional.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO Hoy. 28 mayo 2002, p. A.4 Disponible

Han pasado ya casi cuatro años, desde agosto de 1998, que se entregó al Congreso el proyecto de ley del Seguro Social y el nuevo sistema no ha empezado a funcionar todavía. Seguimos, pues, con la misma angustia de antes, o, si se quiere, peor aún, porque a todo lo anterior se ha agregado un nuevo e increíble conflicto jurídico. Más gráficamente todavía: un laberinto jurídico, del cual no se vislumbran salidas. No quisiera culpar a nadie en particular de lo que está ocurriendo. Es que sospecho que se trata de algo aún más grave: parece que los ecuatorianos somos realmente incapaces de encontrar soluciones de consenso frente a los más acuciantes problemas del país. El caso de la seguridad social es clamoroso por todas las implicaciones que tiene, pero no es el único. Lo más curioso, por cierto, es que luego reclamamos, nos rasgamos las vestiduras, acusando a los demás de no haber podido resolver el problema. Este es, a no dudarlo, uno de los rasgos más lamentables de la idiosincrasia nacional.

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