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Por: Tema(s): En: Expreso 31 ene. 2001, p. 4Resumen: En estas circunstancias, la presencia de delegados del FMI, es motivo de inquietud, recelo y, por lo mismo, aumenta la desconfianza de la ciudadanía en el Gobierno al cual se lo considera servidor casi incondicional del FMI, representante del neoliberalismo salvaje y globalizador, al que se le atribuye, con buena dosis de razón, la mayor parte de nuestras desventuras. Necesitamos del FMI, de eso nadie puede dudar; lo necesitamos, a pesar de la íntima reacción de rechazo que hay en el pueblo ecuatoriano, entre otras cosas porque nos prueba cuán inermes estamos en lo económico y cuán obedientes debemos ser a las órdenes dictadas por ese organismo internacional y los que dependen de él, que dan pócimas amargas que debemos tomarlas los ecuatorianos. Es mucho mejor que los delegados del FMI no vengan al país, porque su presencia agita el descontento subyacente en la ciudadanía; preferible sería que nuestros delegados fueran a Washington a dar cuenta de la conducta ecuatoriana. Eso lo sabe muy bien el Ministro de Economía y Finanzas, Jorge Gallardo, quien con su prudencia y habilidad, debería adoptar el mejor camino, sobre todo en estos momentos en que los delegados del FMI juegan un papel de aliados involuntarios de la Confederación de Nacionalidade Indígenas del Ecuador (CONAIE) y de los movimientos sociales, para los cuales la presencia del FMI es una magnífica oportunidad para renovar la agitación.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO Expreso. 31 ene. 2001, p. 4 Disponible

En estas circunstancias, la presencia de delegados del FMI, es motivo de inquietud, recelo y, por lo mismo, aumenta la desconfianza de la ciudadanía en el Gobierno al cual se lo considera servidor casi incondicional del FMI, representante del neoliberalismo salvaje y globalizador, al que se le atribuye, con buena dosis de razón, la mayor parte de nuestras desventuras. Necesitamos del FMI, de eso nadie puede dudar; lo necesitamos, a pesar de la íntima reacción de rechazo que hay en el pueblo ecuatoriano, entre otras cosas porque nos prueba cuán inermes estamos en lo económico y cuán obedientes debemos ser a las órdenes dictadas por ese organismo internacional y los que dependen de él, que dan pócimas amargas que debemos tomarlas los ecuatorianos. Es mucho mejor que los delegados del FMI no vengan al país, porque su presencia agita el descontento subyacente en la ciudadanía; preferible sería que nuestros delegados fueran a Washington a dar cuenta de la conducta ecuatoriana. Eso lo sabe muy bien el Ministro de Economía y Finanzas, Jorge Gallardo, quien con su prudencia y habilidad, debería adoptar el mejor camino, sobre todo en estos momentos en que los delegados del FMI juegan un papel de aliados involuntarios de la Confederación de Nacionalidade Indígenas del Ecuador (CONAIE) y de los movimientos sociales, para los cuales la presencia del FMI es una magnífica oportunidad para renovar la agitación.

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