EXISTENCIALISMO PRESUPUESTARIO

El presupuesto proyecta un tipo de cambio promedio de S/. 3.800 por dólar para 1997, lo que augura la depreciación de la moneda. Se habla de cero inflación pero se adopta una meta de 20 por ciento, y la proforma presupuestaria es 60 por ciento mayor que la de 1996. Se formula que los ingresos se originarán hasta en una cuarta parte en el endeudamiento externo; se contradice con ello la posibilidad de tener una economía sana cuyo sustento radica en el ahorro interno y no en el externo. Y cuando eso ocurre se asegura una mayor pignoración de los recursos lo que hará que la situación fiscal se vuelva aún más inmanejable en el futuro que en el presente, cuando ya se ha llegado a límites inimaginables del 44 por ciento del gasto destinado al pago de la deuda. Se congela, y aún se reduce el gasto social. Se ha aprobado la imposibilidad matemática de alcanzar la meta del 30 por ciento del gasto presupuestario en educación, y continuará en las cifras modestas de 1995. En cuanto al sector salud, este se ubica en menos del 4 por ciento reduciéndose en términos reales. La vivenda subre gracias a los recursos que se espera se materialicen del exterior. La proyección de 1997 significa que, no obstante el esfuerzo planteado, con esos recursos sólo se podrá financiar un programa de alrededor de 15.000 viviendas para el próximo año, lo que dista mucho de la meta anual requerida para alcanzar las 200.000 prometidas en campaña. El presupuesto queda una vez más demostrado, no es un instrumento que recoge las prioridades de esta (o de cualquier administración). Se ha constituído en una camisa de fuerza que se está estrechando hasta límites inexorables, evidenciando la creciente incapacidad operativa del Estado ecuatoriano. Esta es una realidad incontrastable aun cuando nuestra cultura política prefiere soslayar esta situación y tomar partido de acuerdo a la participación o no en la troncha del poder.