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LA PERVERSION DE LOS SUBSIDIOS

Por: Tema(s): En: El Comercio 1 sep. 1996, p. A.4Resumen: Una de las falacias que en materia económica hemos vivido es la de los subsidios. La tesis implícita en esa práctica es que deben abaratarse los bienes aunque fuese falsificando la realidad y colocando al Estado, o a los empresarios privados, en situación de perder y hasta de quebrar, para mantener precios que no corresponden a la realidad, y así presentarle al pueblo un espejismo. Pero claro, como dice el dicho, lo barato sale caro, porque al mantener precios artificiales, se habitúa la gente a ellos, pero cuando las arcas fiscales, o lo balances privados, se descalabran, hay entonces que adoptar la decisión de romper el espejismo y enfrentarle al consumidor a la cruda y fastidiosa realidad. Esa filosofía de lo barato, a la larga, se traduce en una práctica falaz. En efecto, mientras se mantienen bajos los precios de las tarifas eléctricas, la gente paga la diferencia por otro lado: con ineficiencia, con gasolina cara, con hospitales paupérrimos, con justicia empobrecida. Los subsidios benefician fundamentalmente, a una clase media con capacidad de movilización política, que es un factor de poder estructurado, con acceso a los medios, con influencia políticas y padrinos por doquier. No benefician a los pobres, porque ellos pagan la cuenta de los subsidios con los malos servicios públicos, con la pauperización de la infraestructura básica, con las escuelas malas, con la falta de porvenir. De estos males, la clase media puede defenderse mejor que los de abajo. La supresión de los subsidios y el sinceramiento de los precios es el paso estrecho que debe atravesar el Ecuador, si queremos que el proceso de modernización enraíce y se convierta en opción para la gente común. Los cambios tienen costo. Uno de ellos, y muy serio, es éste, pero si no queremos asumirlo ¿Cuál es la alternativa? ¿Tiene el Estado recursos para seguir manteniendo el sistema?.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO RESUM-008423 (Navegar estantería(Abre debajo)) El Comercio. 1 sep. 1996, p. A.4 Disponible

Una de las falacias que en materia económica hemos vivido es la de los subsidios. La tesis implícita en esa práctica es que deben abaratarse los bienes aunque fuese falsificando la realidad y colocando al Estado, o a los empresarios privados, en situación de perder y hasta de quebrar, para mantener precios que no corresponden a la realidad, y así presentarle al pueblo un espejismo. Pero claro, como dice el dicho, lo barato sale caro, porque al mantener precios artificiales, se habitúa la gente a ellos, pero cuando las arcas fiscales, o lo balances privados, se descalabran, hay entonces que adoptar la decisión de romper el espejismo y enfrentarle al consumidor a la cruda y fastidiosa realidad. Esa filosofía de lo barato, a la larga, se traduce en una práctica falaz. En efecto, mientras se mantienen bajos los precios de las tarifas eléctricas, la gente paga la diferencia por otro lado: con ineficiencia, con gasolina cara, con hospitales paupérrimos, con justicia empobrecida. Los subsidios benefician fundamentalmente, a una clase media con capacidad de movilización política, que es un factor de poder estructurado, con acceso a los medios, con influencia políticas y padrinos por doquier. No benefician a los pobres, porque ellos pagan la cuenta de los subsidios con los malos servicios públicos, con la pauperización de la infraestructura básica, con las escuelas malas, con la falta de porvenir. De estos males, la clase media puede defenderse mejor que los de abajo. La supresión de los subsidios y el sinceramiento de los precios es el paso estrecho que debe atravesar el Ecuador, si queremos que el proceso de modernización enraíce y se convierta en opción para la gente común. Los cambios tienen costo. Uno de ellos, y muy serio, es éste, pero si no queremos asumirlo ¿Cuál es la alternativa? ¿Tiene el Estado recursos para seguir manteniendo el sistema?.

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