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Pan para hoy...

Detalles de publicación: Guayaquil Expreso 2017Descripción: p. 8Tema(s): En: Expreso Año 44 N° 15899 (16 ene. 2017)Resumen: Expreso: No se trata de fungir de agoreros, sino de expresar que, en el camino trazado, hoy no existe una solución viable para restaurar la salud de la economía nacional. El Gobierno argumenta como un triunfo la recuperación del equilibrio en la balanza comercial. Pero se trata de un equilibrio que ha requerido la aplicación de un torniquete que ha terminado estrangulando a la producción y al comercio. Entretanto, los flujos de capital, que mantienen al Fisco, han requerido la inyección de más de $13.000 millones en pasivos externos e internos, a un ritmo insustentable pues el Estado requiere, para su funcionamiento y el cumplimiento de sus obligaciones, aproximadamente $2.850 millones mensuales, cuando cuenta con tan solo $1.300 millones de ingresos permanentes. Pero el endeudamiento, que debe ser usado para el financiamiento de los gastos de capital, es utilizado agresivamente para sostener el aparato estatal y sus mayoritarios gastos de consumo (80 % en los tiempos actuales). Es a lo que la sabiduría popular se refiere como “pan para hoy, hambre para mañana”. En el tiempo, los intereses (por cierto abultados) más los capitales deben ser servidos y amortizados. Los créditos en la cuenta de capitales se convierten en débitos y se debe dar el ajuste o “desapalancamiento” que será la tónica de los próximos años. Es pues, una suerte de danza macabra que el país conoce, y que pensamos se había desterrado definitivamente. La práctica nos enseña que cualquier déficit de dos dígitos en relación al PIB es insostenible. Es la situación en la que nos encontramos: la de un desastre anunciado. La lección que queda luego de la bonanza es que quienes debieron prever los tiempos de escasez que naturalmente sobrevendrían, mal administraron la abundancia, y menos aún están en capacidad de bien administrar la escasez, que es la herencia material de este Gobierno.
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Expreso: No se trata de fungir de agoreros, sino de expresar que, en el camino trazado, hoy no existe una solución viable para restaurar la salud de la economía nacional. El Gobierno argumenta como un triunfo la recuperación del equilibrio en la balanza comercial. Pero se trata de un equilibrio que ha requerido la aplicación de un torniquete que ha terminado estrangulando a la producción y al comercio. Entretanto, los flujos de capital, que mantienen al Fisco, han requerido la inyección de más de $13.000 millones en pasivos externos e internos, a un ritmo insustentable pues el Estado requiere, para su funcionamiento y el cumplimiento de sus obligaciones, aproximadamente $2.850 millones mensuales, cuando cuenta con tan solo $1.300 millones de ingresos permanentes. Pero el endeudamiento, que debe ser usado para el financiamiento de los gastos de capital, es utilizado agresivamente para sostener el aparato estatal y sus mayoritarios gastos de consumo (80 % en los tiempos actuales). Es a lo que la sabiduría popular se refiere como “pan para hoy, hambre para mañana”. En el tiempo, los intereses (por cierto abultados) más los capitales deben ser servidos y amortizados. Los créditos en la cuenta de capitales se convierten en débitos y se debe dar el ajuste o “desapalancamiento” que será la tónica de los próximos años. Es pues, una suerte de danza macabra que el país conoce, y que pensamos se había desterrado definitivamente. La práctica nos enseña que cualquier déficit de dos dígitos en relación al PIB es insostenible. Es la situación en la que nos encontramos: la de un desastre anunciado. La lección que queda luego de la bonanza es que quienes debieron prever los tiempos de escasez que naturalmente sobrevendrían, mal administraron la abundancia, y menos aún están en capacidad de bien administrar la escasez, que es la herencia material de este Gobierno.

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