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Las salvaguardias Aberlardo Pachano

Por: Detalles de publicación: Quito Grupo El Comercio C.A. 2015Descripción: p. Tomado de la página webTema(s): Recursos en línea: En: El Comercio 13 mar. 2015Resumen: Decisión esperada, anticipada. Evitable. Desde hace rato el sector privado sabía que la política económica no tenía un horizonte infinito. El Gobierno lo negaba, incluso con violencia verbal. Estaban advertidos que los tiempos de abundancia pronto terminarían. Debían prepararse para aquello. Esa exuberancia mareó a muchos. No quisieron ver la temporalidad de esa riqueza. Se aferraron a las utilidades del momento y, por el bolsillo o la caja fiscal, cerraron los ojos. Renegaron de una balanza de pagos con problemas de dependencia excesiva en un solo bien. La agravaron con tanto gasto fiscal. Hoy toca pagar los excesos. Algunos, ni siquiera los ocasionaron. Pero no hay escape, todos deberán enfrentarlos. Gobierno, empresarios, trabajadores recibirán su parte. Incluso, por la dimensión del daño y la falta de defensas del país, todavía hay camino por recorrer. Es necesario reconocer que el problema es monetario. Sin ingreso neto de divisas el país perderá depósitos y los créditos serán selectivos. Por allí se vislumbra otro escenario complejo. El Gobierno también verá caer ingresos, pues habrá menos transacciones. Se amplía su brecha. Tendrá que ver casa adentro a quién deja de atender. Ojalá no use el dinero electrónico para cubrir lo que le falta. Si lo hace, hará lo contrario de lo que dice defender: la dolarización. Si no reduce el gasto público, las salvaguardias serán insuficientes. Lo han dicho algunos: con ahorro público, el daño podía remediarse con menor costo. Ya es tarde. Toca amarrarse los cinturones y esperar que la tormenta pase. Si no se recupera el mercado del petróleo, el país tendrá que reducirse. Y no hay que olvidar la inflación. Pone en aprietos a las exportaciones. Las desestimula. La línea de ajuste trae esta secuela que también agrava la inequidad.
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Decisión esperada, anticipada. Evitable. Desde hace rato el sector privado sabía que la política económica no tenía un horizonte infinito. El Gobierno lo negaba, incluso con violencia verbal. Estaban advertidos que los tiempos de abundancia pronto terminarían. Debían prepararse para aquello. Esa exuberancia mareó a muchos. No quisieron ver la temporalidad de esa riqueza. Se aferraron a las utilidades del momento y, por el bolsillo o la caja fiscal, cerraron los ojos. Renegaron de una balanza de pagos con problemas de dependencia excesiva en un solo bien. La agravaron con tanto gasto fiscal. Hoy toca pagar los excesos. Algunos, ni siquiera los ocasionaron. Pero no hay escape, todos deberán enfrentarlos. Gobierno, empresarios, trabajadores recibirán su parte. Incluso, por la dimensión del daño y la falta de defensas del país, todavía hay camino por recorrer. Es necesario reconocer que el problema es monetario. Sin ingreso neto de divisas el país perderá depósitos y los créditos serán selectivos. Por allí se vislumbra otro escenario complejo. El Gobierno también verá caer ingresos, pues habrá menos transacciones. Se amplía su brecha. Tendrá que ver casa adentro a quién deja de atender. Ojalá no use el dinero electrónico para cubrir lo que le falta. Si lo hace, hará lo contrario de lo que dice defender: la dolarización. Si no reduce el gasto público, las salvaguardias serán insuficientes. Lo han dicho algunos: con ahorro público, el daño podía remediarse con menor costo. Ya es tarde. Toca amarrarse los cinturones y esperar que la tormenta pase. Si no se recupera el mercado del petróleo, el país tendrá que reducirse. Y no hay que olvidar la inflación. Pone en aprietos a las exportaciones. Las desestimula. La línea de ajuste trae esta secuela que también agrava la inequidad.

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