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Rompiendo ventanas Gabriela Calderón de Burgos

Por: Detalles de publicación: Guayaquil El Universo 2015Descripción: p. 8Tema(s): Recursos en línea: En: El Universo Año 94 N°144 (6 feb. 2015)Resumen: La caída del precio del petróleo constituye un golpe para una economía todavía petrolera como la ecuatoriana –sin importar qué moneda tengamos–. La diferencia es que, estando dolarizados, en el ajuste al shock externo no predomina el “efecto de ingreso” sino el “efecto de sustitución”. Es decir, en lugar de reducirse el poder adquisitivo de los ecuatorianos estos tienen en sus manos una moneda de aceptación universal que les permite sustituir con facilidad productos y servicios denominados en dólares por aquellos denominados en otra moneda, según les resulte conveniente. Por ejemplo, cuando el dólar se deprecia compramos más autos Ford y menos Peugeots, si se aprecia podemos hacer lo contrario. Pero nos dicen que esto es algo terrible, que es necesario montar todo tipo de restricciones a las importaciones para proteger la producción nacional frente a los productos baratos del extranjero. Esto no es más que otra repetición de “la falacia de la ventana rota” de la que hablaba el economista francés Frédéric Bastiat. Cuando una economía en vías de desarrollo tiene moneda propia y realiza un ajuste frente a un shock externo, puede predominar el efecto de ingreso. Este efecto se denomina así porque los ciudadanos experimentan una caída de su poder adquisitivo. Su ingreso real se deprime cuando la moneda nacional se devalúa y deriva en un aumento en la inflación. Es lo que le está pasando a los venezolanos, los argentinos y los rusos. Pero no tendría por qué pasarnos a nosotros que usamos una moneda de aceptación universal.
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La caída del precio del petróleo constituye un golpe para una economía todavía petrolera como la ecuatoriana –sin importar qué moneda tengamos–. La diferencia es que, estando dolarizados, en el ajuste al shock externo no predomina el “efecto de ingreso” sino el “efecto de sustitución”. Es decir, en lugar de reducirse el poder adquisitivo de los ecuatorianos estos tienen en sus manos una moneda de aceptación universal que les permite sustituir con facilidad productos y servicios denominados en dólares por aquellos denominados en otra moneda, según les resulte conveniente. Por ejemplo, cuando el dólar se deprecia compramos más autos Ford y menos Peugeots, si se aprecia podemos hacer lo contrario. Pero nos dicen que esto es algo terrible, que es necesario montar todo tipo de restricciones a las importaciones para proteger la producción nacional frente a los productos baratos del extranjero. Esto no es más que otra repetición de “la falacia de la ventana rota” de la que hablaba el economista francés Frédéric Bastiat. Cuando una economía en vías de desarrollo tiene moneda propia y realiza un ajuste frente a un shock externo, puede predominar el efecto de ingreso. Este efecto se denomina así porque los ciudadanos experimentan una caída de su poder adquisitivo. Su ingreso real se deprime cuando la moneda nacional se devalúa y deriva en un aumento en la inflación. Es lo que le está pasando a los venezolanos, los argentinos y los rusos. Pero no tendría por qué pasarnos a nosotros que usamos una moneda de aceptación universal.

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