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EL [O] CASO DE PINTO

Por: Tema(s): En: El Comercio 12 Abr. 2008, p. 4Resumen: Para los que creen que el desarrollo económico es importante, el despido de 105 mujeres de la fábrica Pinto tiene un significado fundamental para demostrarnos hasta qué punto puede llevarnos la ideología irracional implementada en el espacio de la política industrial y de la política empresarial y, hasta qué punto los desatinos de no hacer pactos país pueden hundir nuestras posibilidades de crecimiento. Mauricio Pinto -un empresario con miras globales pero con prejuicios locales- ha estado convencido por años que la única posibilidad de política económica es aquella de 'laissez-faire' en donde el Estado es mejor si deja que el mercado controle las relaciones económicas. La ideología de la liberalización ha sido siempre la ideología de Mauricio Pinto, con el absoluto convencimiento de que quienes no piensan así simplemente perdieron el tren de la historia. No cabe duda que el momento en que la Asamblea tomó la decisión de terminar con la tercerización, Pinto quiso dar un golpe de efecto y demostrar con hechos mediáticos el impacto a los trabajadores, simplemente despidiendo a las madres a las que este mecanismo daba de comer. Fácil y efectista, pero equivocado. Primero, porque más allá de la responsabilidad social y el compromiso con el país que debe tener todo empresario, Mauricio Pinto demostró una miopía sobre lo que en realidad está pasando con los estándares laborales a escala internacional y cómo esa tendencia también se está imponiendo, a la par que la globalización y como consecuencia precisamente de la liberalización de mercados. Segundo, porque esta política fue una reacción -lenta y tardía- pero reacción al fin, de un largo proceso de abusos por parte de empresarios que hacen del trabajo una simple mercancía desechable y no un capital para generar más productividad, conocimiento y finalmente desarrollo. Un golpe de efecto no iba a generar una reacción positiva, todo lo contrario.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO El Comercio. 12 Abr. 2008, p. 4 Disponible

Para los que creen que el desarrollo económico es importante, el despido de 105 mujeres de la fábrica Pinto tiene un significado fundamental para demostrarnos hasta qué punto puede llevarnos la ideología irracional implementada en el espacio de la política industrial y de la política empresarial y, hasta qué punto los desatinos de no hacer pactos país pueden hundir nuestras posibilidades de crecimiento. Mauricio Pinto -un empresario con miras globales pero con prejuicios locales- ha estado convencido por años que la única posibilidad de política económica es aquella de 'laissez-faire' en donde el Estado es mejor si deja que el mercado controle las relaciones económicas. La ideología de la liberalización ha sido siempre la ideología de Mauricio Pinto, con el absoluto convencimiento de que quienes no piensan así simplemente perdieron el tren de la historia. No cabe duda que el momento en que la Asamblea tomó la decisión de terminar con la tercerización, Pinto quiso dar un golpe de efecto y demostrar con hechos mediáticos el impacto a los trabajadores, simplemente despidiendo a las madres a las que este mecanismo daba de comer. Fácil y efectista, pero equivocado. Primero, porque más allá de la responsabilidad social y el compromiso con el país que debe tener todo empresario, Mauricio Pinto demostró una miopía sobre lo que en realidad está pasando con los estándares laborales a escala internacional y cómo esa tendencia también se está imponiendo, a la par que la globalización y como consecuencia precisamente de la liberalización de mercados. Segundo, porque esta política fue una reacción -lenta y tardía- pero reacción al fin, de un largo proceso de abusos por parte de empresarios que hacen del trabajo una simple mercancía desechable y no un capital para generar más productividad, conocimiento y finalmente desarrollo. Un golpe de efecto no iba a generar una reacción positiva, todo lo contrario.

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