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YIHAD

Por: Tema(s): En: Hoy 27 mar. 2006, p. A. 4Resumen: Pese a la enorme mayoría cristiana de la población ecuatoriana, el país enfrenta una verdadera guerra santa alrededor del TLC. Quienes lo cuestionan y quienes lo defienden han perdido la capacidad de análisis y de diálogo, pues acuden a fundamentalismos antes que a la confrontación de ideas y de argumentos, propia de una población civilizada. Un Tratado de esta naturaleza no tendrá efectos solamente positivos, ni solamente negativos. Lo importante es que el balance sea favorable, que el país esté consciente de los riesgos que asume, y, lo principal, que esté dispuesto a adoptar las medidas que serán indispensables para un mejor desempeño en el Tratado. Hay que reconocer que el Ecuador no se ha distinguido por su capacidad de diálogo. La conducción de los temas políticos ha sido a base de una oratoria hueca y pasada de moda, en la que el grito oculta la falta de razones. Pero los pueblos maduran por su mejor nivel educativo o porque las circunstancias les obligan. Ecuador no puede seguir con la vocinglería y la algazara como métodos para imponer puntos de vista. Si el Gobierno de Palacio llegase a firmar el TLC, ni se ha acabado el mundo ni es cuestión irreversible. El Congreso tendrá que pronunciarse por su aprobación o improbación y, vista la radicalización de las posturas, será mejor que los ciudadanos asuman directamente su responsabilidad en una consulta. Pero hay que hacerla en el momento adecuado y con apego a lo que manda la ley.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO Hoy. 27 mar. 2006, p. A. 4 Disponible

Pese a la enorme mayoría cristiana de la población ecuatoriana, el país enfrenta una verdadera guerra santa alrededor del TLC. Quienes lo cuestionan y quienes lo defienden han perdido la capacidad de análisis y de diálogo, pues acuden a fundamentalismos antes que a la confrontación de ideas y de argumentos, propia de una población civilizada. Un Tratado de esta naturaleza no tendrá efectos solamente positivos, ni solamente negativos. Lo importante es que el balance sea favorable, que el país esté consciente de los riesgos que asume, y, lo principal, que esté dispuesto a adoptar las medidas que serán indispensables para un mejor desempeño en el Tratado. Hay que reconocer que el Ecuador no se ha distinguido por su capacidad de diálogo. La conducción de los temas políticos ha sido a base de una oratoria hueca y pasada de moda, en la que el grito oculta la falta de razones. Pero los pueblos maduran por su mejor nivel educativo o porque las circunstancias les obligan. Ecuador no puede seguir con la vocinglería y la algazara como métodos para imponer puntos de vista. Si el Gobierno de Palacio llegase a firmar el TLC, ni se ha acabado el mundo ni es cuestión irreversible. El Congreso tendrá que pronunciarse por su aprobación o improbación y, vista la radicalización de las posturas, será mejor que los ciudadanos asuman directamente su responsabilidad en una consulta. Pero hay que hacerla en el momento adecuado y con apego a lo que manda la ley.

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