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SEGURIDAD SOCIAL

Por: Tema(s): En: El Comercio 25 jun. 2004, p. A. 4Resumen: Un país que se precie debe tener un sólido sistema de seguridad social. Se trata de un principio básico de equidad, de supervivencia, de atención a los sectores más desprotegidos de la sociedad, con base en dos premisas que son razón y sustento del propio sistema: la solidaridad y la subsidiariedad. Hoy el debate de coyuntura trae a la luz pública la penuria de las pensiones jubilares que incluso en las escalas más altas no se compadecen con las necesidades crecientes de los jubilados y mucho menos, con los elevados costos de la canasta básica y otros requerimientos que tornan su situación francamente insostenible. La voz de los jubilados, que han ocupado las dependencias de una institución que consideran como suya, porque de su aporte se ha construido la millonaria riqueza que ostenta, rechaza el exiguo y tardío incremento que va desde el 2,24 por ciento al 250 por ciento pero que en la práctica y en el mejor de los casos aumenta la pensión en 30 dólares mensuales, lo que no alcanza ni para tabaco. Mientras, los fondos que deja anualmente el Seguro alimentan la reserva monetaria y no se ha logrado una inversión sólida, rentable y segura que logre acrecentar el capital para garantizar las reservas futuras. El Estado debe mucho dinero y la diferencia del cálculo de la deuda ha abierto otro debate bizantino. El Seguro, sus afiliados y jubilados se mueren de sed junto a la fuente. Urge un cambio radical.
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Un país que se precie debe tener un sólido sistema de seguridad social. Se trata de un principio básico de equidad, de supervivencia, de atención a los sectores más desprotegidos de la sociedad, con base en dos premisas que son razón y sustento del propio sistema: la solidaridad y la subsidiariedad. Hoy el debate de coyuntura trae a la luz pública la penuria de las pensiones jubilares que incluso en las escalas más altas no se compadecen con las necesidades crecientes de los jubilados y mucho menos, con los elevados costos de la canasta básica y otros requerimientos que tornan su situación francamente insostenible. La voz de los jubilados, que han ocupado las dependencias de una institución que consideran como suya, porque de su aporte se ha construido la millonaria riqueza que ostenta, rechaza el exiguo y tardío incremento que va desde el 2,24 por ciento al 250 por ciento pero que en la práctica y en el mejor de los casos aumenta la pensión en 30 dólares mensuales, lo que no alcanza ni para tabaco. Mientras, los fondos que deja anualmente el Seguro alimentan la reserva monetaria y no se ha logrado una inversión sólida, rentable y segura que logre acrecentar el capital para garantizar las reservas futuras. El Estado debe mucho dinero y la diferencia del cálculo de la deuda ha abierto otro debate bizantino. El Seguro, sus afiliados y jubilados se mueren de sed junto a la fuente. Urge un cambio radical.

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