AGD: LOS DESEOS Y LA REALIDAD

Wilma Salgado hizo su apuesta y perdió, o por lo menos quedó mal posicionada para pasar rápidamente a la política. El Gobierno se quitó -a un alto costo- un gran peso de encima. El ministro Mauricio Pozo no ha ocultado su satisfacción por la salida de Salgado. Su estado de ánimo, más allá de sus afectos personales, se explica por su tendencia a resolverlo todo bajo fórmulas internacionales. Aun en el caso de que el culebrón de la AGD pudiera resolverse financiera y jurídicamente con la receta de Pozo, hay un componente político difícil de administrar para el Gobierno. En un momento en el que se cuestiona a los políticos por su falta de entereza para llenar los vacíos en los organismos de control, y luego del sostenido trabajo de Salgado para desprestigiar al presidente Gutiérrez y a su grupo, al Gobierno le queda difícil mantener un discurso anticorrupción sin fracturas. No llenar la vacante en la Gerencia de la AGD resulta tentador, pero inviable.