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Doctrina fiscal Expreso

Por: Detalles de publicación: Guayaquil Expreso 2015Descripción: p. 8Tema(s): Recursos en línea: En: Expreso Año 43 N° 15375 (11 ago. 2015)Resumen: En régimen de dolarización no hay política monetaria, entendiéndose a esta última como el conjunto de instrumentos puestos a disposición de la banca central para regular la cantidad de dinero, del crédito, y la tasa de interés en la economía. Son instrumentos poderosos, crecientemente cuestionados por la capacidad que tienen para distorsionar la distribución de recursos y provocar los ciclos periódicos de expansión y recesión. Quienes consideran que la dolarización fue la política adecuada a ser adoptada luego del colapso bancario y financiero del país en 1999, apuntan a la ausencia de un banco de emisión como una de las principales virtudes del sistema, pues impone disciplina a todos los agentes de mercado, incluyendo al Gobierno. Una y otra vez ha quedado claro que cuando hay moneda propia, la tentación es demasiado fuerte para sostener las riendas del gasto en regímenes populistas y clientelares. La dolarización impone una doctrina fiscal que debe asentarse en la probidad del manejo de los recursos. Por las razones políticas que le asistan, el Gobierno no quiere "mostrar la quilla" e insiste en que no hay problema fiscal (sí lo hay, y es considerable); que se puede aguantar un petróleo de $ 20 el barril (no se puede); y que el crédito externo, no importan las condiciones en que sea otorgado, permite solventar el problema (no es una estrategia viable o sustentable). Debemos por lo tanto insistir una vez más que está pasada la hora en demostrar sensibilidad y madurez, para enfrentar un problema que, siendo económico en su origen, tiene evidentes connotaciones políticas.
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En régimen de dolarización no hay política monetaria, entendiéndose a esta última como el conjunto de instrumentos puestos a disposición de la banca central para regular la cantidad de dinero, del crédito, y la tasa de interés en la economía. Son instrumentos poderosos, crecientemente cuestionados por la capacidad que tienen para distorsionar la distribución de recursos y provocar los ciclos periódicos de expansión y recesión. Quienes consideran que la dolarización fue la política adecuada a ser adoptada luego del colapso bancario y financiero del país en 1999, apuntan a la ausencia de un banco de emisión como una de las principales virtudes del sistema, pues impone disciplina a todos los agentes de mercado, incluyendo al Gobierno. Una y otra vez ha quedado claro que cuando hay moneda propia, la tentación es demasiado fuerte para sostener las riendas del gasto en regímenes populistas y clientelares. La dolarización impone una doctrina fiscal que debe asentarse en la probidad del manejo de los recursos. Por las razones políticas que le asistan, el Gobierno no quiere "mostrar la quilla" e insiste en que no hay problema fiscal (sí lo hay, y es considerable); que se puede aguantar un petróleo de $ 20 el barril (no se puede); y que el crédito externo, no importan las condiciones en que sea otorgado, permite solventar el problema (no es una estrategia viable o sustentable). Debemos por lo tanto insistir una vez más que está pasada la hora en demostrar sensibilidad y madurez, para enfrentar un problema que, siendo económico en su origen, tiene evidentes connotaciones políticas.

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