DOLARIZACION, EMIGRACION, PRODUCTIVIDAD
Ospina, Omar
DOLARIZACION, EMIGRACION, PRODUCTIVIDAD
Sí, la dolarización fue quizás necesaria (¿?) para corregir el rumbo inflacionario que llevaba el país, gracias a las pésimas políticas económicas implantadas cada tanto tiempo. Pero no cabe duda de que el proceso de dolarización amplió desmesuradamente la brecha económica entre quienes tienen y quienes no tienen: entre el capital y el trabajo. El aparato productivo aprovechó la dolarización para, como lo había exigido durante mucho tiempo, sincerar los precios y globalizar la economía de sus empresas. Pero, ¿y los salarios? Son más miserables, más injustos y más inicuos que antes de la dolarización. Porque si los precios de los artículos se colocaron al nivel de Londres, los salarios, con un miserable 20 y 30 por ciento de incremento, no alcanzaron a recuperar ni por asomo el 400 por ciento que perdieron con el cambio. Y eso es criminal y es un maravilloso caldo de cultivo para la delincuencia, la revolución, el rencor y la emigración. Si el sector productivo nacional quiere productividad, tiene que mirar el salario como un componente de ella, no como un costo ajustable ni, menos aún, como una "ventaja comparativa" frente a los demás países. Porque eso es un arma de doble filo, que corta más por el lomo que por el filo. A salarios de hambre, trabajo de pacotilla. Y así no se compite por muy barato que resulte producir.
ECUADOR
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EC
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Sí, la dolarización fue quizás necesaria (¿?) para corregir el rumbo inflacionario que llevaba el país, gracias a las pésimas políticas económicas implantadas cada tanto tiempo. Pero no cabe duda de que el proceso de dolarización amplió desmesuradamente la brecha económica entre quienes tienen y quienes no tienen: entre el capital y el trabajo. El aparato productivo aprovechó la dolarización para, como lo había exigido durante mucho tiempo, sincerar los precios y globalizar la economía de sus empresas. Pero, ¿y los salarios? Son más miserables, más injustos y más inicuos que antes de la dolarización. Porque si los precios de los artículos se colocaron al nivel de Londres, los salarios, con un miserable 20 y 30 por ciento de incremento, no alcanzaron a recuperar ni por asomo el 400 por ciento que perdieron con el cambio. Y eso es criminal y es un maravilloso caldo de cultivo para la delincuencia, la revolución, el rencor y la emigración. Si el sector productivo nacional quiere productividad, tiene que mirar el salario como un componente de ella, no como un costo ajustable ni, menos aún, como una "ventaja comparativa" frente a los demás países. Porque eso es un arma de doble filo, que corta más por el lomo que por el filo. A salarios de hambre, trabajo de pacotilla. Y así no se compite por muy barato que resulte producir.
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