CONVERTIBILIDAD Y DESARROLLO

El desarrollo económico siempre es el fruto de haber transitado en forma continuada por diversas etapas. En países como Alemania, Japón y Corea, por ejemplo, no habría sido posible abrir sus economías si previamente no se hubiese culminado la fase de fortalecimiento de su aparato productivo, especialmente de su sector industrial. Solamente cuando se superó exitosamente la etapa sustitutiva de importaciones, las industrias japonesa y coreana se conviertieron en exportadoras. La apertura de los mercados fue, pues, consecuencia de haber primero consolidado su economía real. En los tres países aludidos, el objetivo del desarrollo se obtuvo gracias al intenso esfuerzo del ahorro y al enorme trabajo desplegado por las comunidades enteras. La reflexión arriba citada es pertinente, por cuanto en forma extraña se intenta en este momento convencer al país que a través de un plan de convertibilidad el Ecuador pasará a tener una fortaleza económica en forma acelerada. Se ha dicho que el modelo es un "atajo" en el proceso de desarrollo y que pronto el país alcanzará un nivel de bienestar semejante al de los países desarrollados. De lo expuesto, la propuesta es claramente insostenible. La convertibilidad provocará un aumento inusitado de bienes importados y se despilfarrarán con ingresos de capitales a plazo perentorio que inflará artificialmente la reserva monetaria internacional. El gasto fiscal excesivo será financiado con mayores impuestos o con mayor endeudamiento, poniendo en riesgo el bienestar de las generaciones futuras. Y, sobre todo, provocará el cierre masivo de empresas industriales cuyos costos no pueden competir con los de los bienes de consumo importados que tardaron extensos períodos hasta ser eficientes. En suma, todo lo contrario al proceso seguido por los países más existosos en el manejo de su economía.