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LA FABULA DEL INDEC MENTIROSO

Por: Tema(s): En: El Universo 13 jun 2008, p. 7Resumen: En la Argentina, cuando el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) empezó a publicar índices de precios que no le gustaban al gobierno, en lugar de abocarse a combatir la inflación que afloraba como una terrible amenaza, el gobierno acusó a sus funcionarios de golpistas, degenerados y vendepatrias y los mandó a la dura calle. Actuó como un alcohólico que niega a muerte su borrachera mientras apenas puede sostenerse en pie y la lengua se le apelotona adentro de la boca. No hay inflación por decreto de la autoridad. Si el sueldo se encoje como la lana en agua caliente, el problema es del bolsillo, no de la plata. Pero resulta que aunque repetimos una y miles de veces "no hay inflación, no hay inflación, no hay inflación", los precios siguieron aumentando. Los Kirchner entonces se pusieron de mal humor y decidieron cambiar el modo de hacer las cuentas. Calcularon entonces la inflación con la mostaza, el perejil y las cortinas de enrollar. Y si suben de precio, miden los anteojos bifocales, los sombreros de fieltro y los escarabajos peloteros. Y si eso no resulta miden los peines para calvos, los guantes de mancos y el azúcar que compran los diabéticos. Este mes el Indec argentino inauguró un nuevo método para averiguar los precios al consumidor (IPC). En vez de medir los precios de bienes y servicios consumidos por toda la población, el nuevo índice mide el consumo de los dos tercios de menores ingresos. La cantidad de bienes y servicios se redujo de 814 a los 440, cuyos precios están bajo acuerdo o controlados por el Estado. Se puede engañar a muchos por poco tiempo o a pocos por mucho. Lo que no se puede es engañar a muchos por un tiempo medianamente prolongado. El problema más grave de la dirigencia argentina es su credibilidad. El gobierno ha mentido tanto que ya no le sirve decir la verdad porque todo el mundo lo tendrá por mentira. La fábula existe en todos los idiomas y en castellano es la del pastor mentiroso, que termina con la sabia moraleja: "¡Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!". Es que jugar con la verdad tiene consecuencias terribles de las que no se vuelve. Es la primera y principal corrupción detrás de la que vienen todos los males. El gobierno argentino lo está pagando con su prestigio perdido y el país en llamas.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO El Universo. 13 jun 2008, p. 7 Disponible

En la Argentina, cuando el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) empezó a publicar índices de precios que no le gustaban al gobierno, en lugar de abocarse a combatir la inflación que afloraba como una terrible amenaza, el gobierno acusó a sus funcionarios de golpistas, degenerados y vendepatrias y los mandó a la dura calle. Actuó como un alcohólico que niega a muerte su borrachera mientras apenas puede sostenerse en pie y la lengua se le apelotona adentro de la boca. No hay inflación por decreto de la autoridad. Si el sueldo se encoje como la lana en agua caliente, el problema es del bolsillo, no de la plata. Pero resulta que aunque repetimos una y miles de veces "no hay inflación, no hay inflación, no hay inflación", los precios siguieron aumentando. Los Kirchner entonces se pusieron de mal humor y decidieron cambiar el modo de hacer las cuentas. Calcularon entonces la inflación con la mostaza, el perejil y las cortinas de enrollar. Y si suben de precio, miden los anteojos bifocales, los sombreros de fieltro y los escarabajos peloteros. Y si eso no resulta miden los peines para calvos, los guantes de mancos y el azúcar que compran los diabéticos. Este mes el Indec argentino inauguró un nuevo método para averiguar los precios al consumidor (IPC). En vez de medir los precios de bienes y servicios consumidos por toda la población, el nuevo índice mide el consumo de los dos tercios de menores ingresos. La cantidad de bienes y servicios se redujo de 814 a los 440, cuyos precios están bajo acuerdo o controlados por el Estado. Se puede engañar a muchos por poco tiempo o a pocos por mucho. Lo que no se puede es engañar a muchos por un tiempo medianamente prolongado. El problema más grave de la dirigencia argentina es su credibilidad. El gobierno ha mentido tanto que ya no le sirve decir la verdad porque todo el mundo lo tendrá por mentira. La fábula existe en todos los idiomas y en castellano es la del pastor mentiroso, que termina con la sabia moraleja: "¡Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!". Es que jugar con la verdad tiene consecuencias terribles de las que no se vuelve. Es la primera y principal corrupción detrás de la que vienen todos los males. El gobierno argentino lo está pagando con su prestigio perdido y el país en llamas.

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