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EDUCACION Y SALUD, LACERANTE REALIDAD

Por: Tema(s): En: Dinero, Diario de Negocios 21 nov. 2011, p. 2Resumen: Según la Constitución, en 2012, debe asignarse a educación el 5,5 por ciento del PIB o 3 939 millones; en la proforma, excluidas las universidades, constan 2 758 millones; faltan 1 181 millones. A salud, debe destinarse el 3,7 por ciento del PIB o 2 650 millones; en la proforma, constan 1 775 millones; faltan 875 millones. No obstante los acomodos de cifras para justificar números mayores en estos sectores, existe una gran distancia con el mandato constitucional. La misma en el futuro será cada vez mayor ante el aumento del PIB nominal y la imposibilidad de que las asignaciones crezcan en la misma magnitud, en un entorno de gasto total que representa más del 40 por ciento del PIB, el cual se muestra inflexible e insostenible. Es evidente que la letra de la Carta Magna no ofrece mágicas soluciones. De otra parte, nuestra criolla realidad muestra con crudeza que, a pesar de los importantes aumentos de recursos para educación y salud, existe una gigante brecha entre las reales posibilidades y las ilimitadas necesidades. La sana intención, que no tiene ideología y es obligación del Estado, de dotar a los pobres de una buena educación y salud, ha desnudado las ineficiencias estatales y el imperativo de delinear una política de largo plazo que asocie el crecimiento de la economía con la progresiva asignación de recursos, en el contexto de un programa fiscal sólido que torne sostenibles las asignaciones a los sectores sociales.
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Analítica de Seriada Analítica de Seriada BIBLIOTECA ECONÓMICA BCE - QUITO Dinero, Diario de Negocios. 21 nov. 2011, p. 2 Disponible

Según la Constitución, en 2012, debe asignarse a educación el 5,5 por ciento del PIB o 3 939 millones; en la proforma, excluidas las universidades, constan 2 758 millones; faltan 1 181 millones. A salud, debe destinarse el 3,7 por ciento del PIB o 2 650 millones; en la proforma, constan 1 775 millones; faltan 875 millones. No obstante los acomodos de cifras para justificar números mayores en estos sectores, existe una gran distancia con el mandato constitucional. La misma en el futuro será cada vez mayor ante el aumento del PIB nominal y la imposibilidad de que las asignaciones crezcan en la misma magnitud, en un entorno de gasto total que representa más del 40 por ciento del PIB, el cual se muestra inflexible e insostenible. Es evidente que la letra de la Carta Magna no ofrece mágicas soluciones. De otra parte, nuestra criolla realidad muestra con crudeza que, a pesar de los importantes aumentos de recursos para educación y salud, existe una gigante brecha entre las reales posibilidades y las ilimitadas necesidades. La sana intención, que no tiene ideología y es obligación del Estado, de dotar a los pobres de una buena educación y salud, ha desnudado las ineficiencias estatales y el imperativo de delinear una política de largo plazo que asocie el crecimiento de la economía con la progresiva asignación de recursos, en el contexto de un programa fiscal sólido que torne sostenibles las asignaciones a los sectores sociales.

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