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EL DINERO NO COMPRA LA FELICIDAD

Por: Tema(s): En: El Telégrafo 22 jun. 2011, p. 07Resumen: El Producto Interno Bruto (PIB) no es un buen indicador de bienestar, aunque ciertos economistas se empeñen en hacernos creer que su crecimiento constituye un logro en el desenvolvimiento de una sociedad. El PIB, que en sentido contable es un flujo, suma como valor añadido los ingresos obtenidos de los recursos agotables (como el petróleo), cuando esta operación económica en realidad constituye el desgaste de un patrimonio. Al calcularlo no se restan los daños sociales o ambientales provocados en la cadena de producción de dichos recursos. Del mismo modo se ha introducido la idea del "PIB de los pobres": si una mina de bauxita, en la India, contamina el agua de pozos o arroyos, la gente de la zona (que no dispone ni de un dólar al día) no puede comprar agua embotellada. Por eso, la gente protesta cuando pierde el acceso a los bienes y servicios de la naturaleza. Ese es su PIB. Esos servicios no pasan por el mercado. La felicidad no aumenta de acuerdo con los ingresos o los consumos de una población. "El dinero no compra la felicidad", dirían nuestros mayores. Cuando los economistas ortodoxos presenten como medida de éxito económico la reducción de la tasa de deforestación, o la disminución de las desigualdades sociales, serán señales inequívocas de cambio.
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El Producto Interno Bruto (PIB) no es un buen indicador de bienestar, aunque ciertos economistas se empeñen en hacernos creer que su crecimiento constituye un logro en el desenvolvimiento de una sociedad. El PIB, que en sentido contable es un flujo, suma como valor añadido los ingresos obtenidos de los recursos agotables (como el petróleo), cuando esta operación económica en realidad constituye el desgaste de un patrimonio. Al calcularlo no se restan los daños sociales o ambientales provocados en la cadena de producción de dichos recursos. Del mismo modo se ha introducido la idea del "PIB de los pobres": si una mina de bauxita, en la India, contamina el agua de pozos o arroyos, la gente de la zona (que no dispone ni de un dólar al día) no puede comprar agua embotellada. Por eso, la gente protesta cuando pierde el acceso a los bienes y servicios de la naturaleza. Ese es su PIB. Esos servicios no pasan por el mercado. La felicidad no aumenta de acuerdo con los ingresos o los consumos de una población. "El dinero no compra la felicidad", dirían nuestros mayores. Cuando los economistas ortodoxos presenten como medida de éxito económico la reducción de la tasa de deforestación, o la disminución de las desigualdades sociales, serán señales inequívocas de cambio.

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