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SE ACABO LA FIEBRE

Por: Tema(s): En: El Telégrafo 11 jun. 2001, p. A. 5Resumen: Podríamos decir que la inflación es como una fiebre incesante, persistente, cuyo origen es uno solo: un aumento de dinero en circulación mayor que el crecimiento de la producción. La reducción de la inflación se debe a una reducción de la demanda. Una inflación no se reduce si no hay equiparación del dinero en circulación con la producción. Y el dinero en circulación ahora no puede aumentar a menos que vengan ingentes caudales de dólares del exterior. Aun si se produjera un enorme ingreso de dólares hay otro aspecto de la subida de precios que se debe considerar. En la medida que los bienes se puedan vender o comprar en el exterior, los precios domésticos no pueden exceder los precios internacionales. Pero hay un problema en lontananza: los nuevos préstamos en los que se ha embarcado el gobierno. Los dólares que ingresan por este concepto no alimentan la inflación sino que deterioran la balanza comercial. Como los precios no pueden subir más, el exceso de dinero tiene que irse a alguna parte, los dólares entonces se van hacia la compra de productos importados. No obstante, creo que es hora de celebrar que al fin hemos terminado con esa fiebre malsana y empobrecedora como es la inflación. Tarde o temprano la dolarización tenía que conllevar ese logro. De aquí en adelante, veremos de vez en cuando una subida de precios y en la medida que los ingresos de dólares superen la producción habrá inflación, pero moderada. Con la reducción de la inflación tiene que venir una reducción en la tasa de interés. Más aún cuando en los EEUU están bajísimas. Los resultados de la dolarización comienzan a darse, más vale tarde que nunca.
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Podríamos decir que la inflación es como una fiebre incesante, persistente, cuyo origen es uno solo: un aumento de dinero en circulación mayor que el crecimiento de la producción. La reducción de la inflación se debe a una reducción de la demanda. Una inflación no se reduce si no hay equiparación del dinero en circulación con la producción. Y el dinero en circulación ahora no puede aumentar a menos que vengan ingentes caudales de dólares del exterior. Aun si se produjera un enorme ingreso de dólares hay otro aspecto de la subida de precios que se debe considerar. En la medida que los bienes se puedan vender o comprar en el exterior, los precios domésticos no pueden exceder los precios internacionales. Pero hay un problema en lontananza: los nuevos préstamos en los que se ha embarcado el gobierno. Los dólares que ingresan por este concepto no alimentan la inflación sino que deterioran la balanza comercial. Como los precios no pueden subir más, el exceso de dinero tiene que irse a alguna parte, los dólares entonces se van hacia la compra de productos importados. No obstante, creo que es hora de celebrar que al fin hemos terminado con esa fiebre malsana y empobrecedora como es la inflación. Tarde o temprano la dolarización tenía que conllevar ese logro. De aquí en adelante, veremos de vez en cuando una subida de precios y en la medida que los ingresos de dólares superen la producción habrá inflación, pero moderada. Con la reducción de la inflación tiene que venir una reducción en la tasa de interés. Más aún cuando en los EEUU están bajísimas. Los resultados de la dolarización comienzan a darse, más vale tarde que nunca.

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